martes, 16 de septiembre de 2014

El cole






Que sí, que ya lo sé, que es súper bueno que los niños vayan al cole y socialicen y jueguen con otros niños y aprendan cosas y hábitos y a contar al revés y a comer acelgas (esas que nosotros no nos comemos) y blablablá. Lo sé. De verdad. En realidad sufrimos lo indecible cuando les dejamos en el cole de 9 a 5 y después les apuntamos a extraescolares: el inglés es lo que tiene, que es muy puñetero y si no lo empiezas a los 3 años luego ya es imposible de pillar. Yo, a mi niño, a violín, no lo apunto por mí, eh? Lo apunto por él, que es que le encanta, tiene una sensibilidad! Y tú ves al niño allí en el parque, aporreando un camión con las manos llenas de tierra y arreándole mamporros a la niña con coletas que va a ver qué se cuece y con cara de gilipollas respondes, es verdad, cómo se le nota que es un niño sensible, es raro que no te haya pedido tocar el harpa. Yo es que no he debido haberme fijado bien porque el mío garabatea un poco y no le he dado mayor importancia, a ver si voy a estar coartando su vena creativa si no lo apunto a dibujo artístico a la salida de P2. Mira, mira cómo ha espabilado tu niño desde que va a la guardería, mira qué bien habla (y tú por dentro piensas, claro, que a lo mejor si lo hubiera tenido en mi casa sería mudo, porque no tiene nada que ver que ya tenga los 2 años cumplidos y no se haya criado cual Mowgli con los lobos, qué va, habla por la guardería).
Reconozco que soy de enervación fácil, yo, así que puede que no sea muy objetiva. Pero en serio nos hemos vuelto idiotas por convicción o porque no nos ha tocado más remedio? Tenemos una mierda de sociedad que hace imposible la conciliación familiar, con lo cual tienes dos opciones (bueno, tres, pero la tercera es ser hija de Amancio Ortega y no sé vosotros, pero yo no lo soy, con lo cual es una opción que, en principio, descarto): o no tienes hijos o los tienes y los aparcas. La mayoría los tenemos y los aparcamos. No señalo a nadie con el dedo porque yo soy la primera en hacerlo: guardería desde los 15 meses, el pack completo, con comedor, canguro para recogerlo y bañarlo, casal antes de empezar P3 porque no sabía qué hacer con él. Y no, el niño no se ha muerto, ni se ha traumatizado, ni parece que me odie especialmente (excepto cuando le lavo la cabeza, que a ver si va a ser que tengo un hijo gremlin en lugar de un hijo humano a juzgar por los pollos que monta desde el nanosegundo en que una mísera gota de agua entra en contacto con su cuero cabelludo). Pero no me engaño, al niño no le ha ido bien la guardería, a quien le ha ido bien la guardería ha sido a mí. Un momento, un momento que puntualizo: cuando digo que no le ha ido bien no quiero decir que le haya ido mal ni que le haya perjudicado, cuidado, quiero decir simplemente que no le ha reportado un beneficio mayor que el beneficio que le hubiera reportado quedarse en casa conmigo. Probablemente si hubiera estado en casa conmigo habría llorado bastante menos y habría estado bastante más contento. Que sí que sí, que los niños se tienen que curtir y tal y bien pero estamos hablando de bebés. Tendrán tiempo de curtirse, creo yo. Y eso que el mío fue “tarde” a la guarde, ya no hablemos de los bebés de 4 o 5 meses, vamos, les viene de bien la guardería una barbaridad, ¿cómo, si no, aprenderían los colores y a bailar el trenecito chiquitito? Pero bueno, el caso es que muchos niños van a la guardería y sobreviven y no pasa nada. Pero a mí lo que me alucina es que nos traguemos eso de la liberación y demás y veamos todo esto como algo que hacemos en beneficio de los niños y que cuando se habla de conciliación se pidan más guarderías públicas. ¿Por qué no pedir un cambio social y laboral que tenga más en cuenta las necesidades familiares? ¿En serio que las guarderías públicas son la solución a los problemas de conciliación familiar? El gol que nos han metido debe de ser mayor de lo que creía. O es que a lo mejor los niños, nuestros hijos, nos molestan. Pero ese ya sería otro tema.
Luego empiezan el cole de mayores. A los 3 años, súper mayores, que se les pasa el arroz, vaya. Y otra vez la misma cantinela. Que les viene genial, que aprenden un montón, vamos que si se te ocurre decir que qué pena te da que tenga que empezar el cole ya eres poco menos que una loca hippie trasnochada, sobreprotectora, que los niños tienen que espabilar y aprender. Y si lloran cuando les llevas te están tomando el pelo, que no les hagas caso, que ya se acostumbrarán. ¿Cuándo hemos perdido el recuerdo de cuando éramos nosotros los que teníamos un nudo en el estómago y llorábamos a la puerta del colegio? El niño irá al cole porque no queda otra pero no está tan mal intentar ponernos en su piel, consolarlos y abrazarlos porque lloran. Son nuestros hijos. Si no podemos empatizar con ellos, con quién lo vamos a hacer? ¿Por qué a los adultos les aguantamos los malos humores porque, pobres, han tenido un día muy duro y a nuestros hijos los regañamos como si sus días no fueran tanto o más duros que los nuestros? Yo no estoy deseando que llegue el lunes para que mi hijo vaya al cole, ni vivo el primer día de cole como el día de la madre. Sí, yo también estoy cansada y sí, yo también necesito desconectar a veces y un ratito para mí, para hacer cosas de adulta, o para poder ir a cagar, con perdón, sin que una vocecilla me diga, mamá te acompaño. Pero yo veo a mi hijo y me acuerdo de mí cuando era pequeña y no quería ir al cole y juro que si lloraba no era por tocarle los huevos a nadie.
Me da como vértigo pensar en cómo se puede llegar a deshumanizar una sociedad desde el momento en que creemos de verdad que es realmente beneficioso para un niño que no vea a sus padres durante más de la mitad del día. Qué pena. Y qué mal lo hemos hecho.

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