jueves, 10 de julio de 2014

La teta, la teta





3 años, 1 mes y 11 días.
Este es el tiempo que ha durado mi pseudolactancia. No la llamo lactancia porque no ha sido una lactancia especialmente exitosa. El tema teta ha sido el talón de Aquiles de mi maternidad. Por supuesto, como buena primeriza, leí con devoción a Carlos González. Y aunque es un tipo que, como ya dije en otro post, no me cae especialmente bien, reconozco que el libro sobre lactancia es ameno y desmitificador y lo recomiendo a todas las preñadas que quieran dar el pecho a sus retoños. A lo que iba, que antes de parir me repetía convencidísima, tipo mantra, que todas las mujeres que querían amamantar  lo hacían, que si no se lograba es que algo se estaba haciendo mal, que todas las mujeres tenían leche, que los “no puedo” eran en realidad los “no quiero” de las madres desnaturalizadas que preferían dar a sus hijos “pienso de engorde” (esto lo he leído tal cual) a aceptar los sacrificios de la lactancia en beneficio del bebé (y de la madre). Yo, por supuesto, iba a dar el pecho, lactancia materna exclusiva hasta que mi hijo terminara el doctorado y fuera un señor con barba y nietos.
Ja!
13 días duró mi lactancia materna exclusiva. Súperbien. El decimocuarto día me hallaba yo preparando 30 mililitros de Nidina que bien habrían podido ser 30 mililitros de arsénico por la llantina y la culpa que tenía mientras preparaba el biberón.
La verdad es que, por suerte, no he sufrido a lo largo de mi vida enfermedades graves ni dolores inenarrables, así que a lo mejor soy una blandengue, pero nunca antes había experimentado nada tan doloroso como aquel dolor de teta tan horrible. A mí me flipaba que un mico sin dientes y con poco más de tres kilos, aparentemente inofensivo, fuera capaz de hacerme semejante boquete en la teta (del que me ha quedado cicatriz, como una herida de guerra). El niño se pasaba aproximadamente 18 horas al día llorando y yo con él. Lloraba de pensar en que tenía que darle la teta y me iba a doler, lloraba cuando se la daba porque no podía soportar el dolor y lloraba básicamente de culpa por ser tan monstruosa de no soportar a mi propio hijo por querer estar enganchado a la teta todo el puto día. Lo guay era cuando todo el mundo me preguntaba, pero verdad que compensa? Y la verdad es que mucho mucho, aquello de decir oh, cómo me compensa, pues no me compensaba, no.  Estaba absolutamente desbordada. Me veía completamente incapaz de seguir adelante con la maternidad y si pensaba que era para toda la vida lloraba todavía más. Tenía fantasías en las que me veía con una enfermedad no muy grave, no sé, una apendicitis, por ejemplo, pero que requería hospitalización y allí me mimaban y me dejaban dormir. Ya, fatal. Fui a ver a una matrona, me revisó la postura, le miró lo del frenillo al niño, póntelo así o asao, en posición rugby, haciendo el pino puente, y teta, mucha teta, sobretodo la teta mala, así se te curará. Los cojones. Pero creo que habría aguantado el dolor, habría esperado un poco más a tirar la toalla, si al menos hubiera servido de algo: revisión en el pediatra y ni siquiera había recuperado el peso del nacimiento. Yo no quería ni oir hablar de biberones así que la recomendación fue que me lo pusiera todo el rato al pecho. Me pasaba el día en pelotas. En serio. Yo creo que el 95% de la gente que me conocía entonces me vio las tetas. Y la gente que no me conocía también, porque me parece que los vecinos se llevaron una impresión bastante fiel de mi anatomía corporal. Tenía un sujetador de lactancia de esos tan sexys y lo llevaba puesto pero sin las copas (tú las tetas al aire para que se te curen las heridas). Con aquella especie de arnés parecía una cutreheroína de peli porno llorando por los rincones, qué lástima. Perdí toda dignidad y me la soplaba todo. A mí, que hasta entonces me daba hasta reparo ponerme en biquini en la playa. Hasta mi cuñado me veía las tetas con regularidad. Y lo mejor es que me daba exactamente igual. Desde entonces nuestra relación ha entrado en otra dimensión :)
Creo que nunca me he sentido tan mal ni he llorado tanto ni me he sentido tan inútil ni tan culpable ni he estado tan agotada como entonces. Odiaba que me dijeran que era una cabezona, que no pasaba nada por darle un biberón, que se crían igual, que daba lo  mismo. Cómo coño iba a dar lo mismo?
Un día, temiendo ya seriamente por la integridad física de mi pezón derecho, me fui a urgencias. Era domingo y mi madre había hecho paella. Me atendió una doctora “es que sois todas unas hippies que os obsesionáis con la teta y a veces no puede ser y no pasa nada, mira yo he criado a mis tres hijos con biberón y están sanísimos” que me fue de escasa ayuda y salí de allí con una bronca por seguir dando el pecho teniéndolo como lo tenía,  la receta de un ungüento para ponerme en la teta y las cantidades de leche en polvo que le tocaban a mi hijo.
Me pasé aproximadamente un mes sin dar el pecho aunque me ordeñaba religiosamente cada tres horas y combinaba los biberones de Nidina con los de leche materna. Me acuerdo que apuntaba todas las tomas en una libretita de flores y me alegraba como si me hubiera tocado la lotería los días que tomaba más leche materna que leche artificial. Después de ese mes, con mucho miedo, me atreví de nuevo a dar el pecho. Pero ya fui incapaz de eliminar la lactancia artificial, no supe cómo. Y así fuimos trampeando, entre teta, sacaleches y Nidina.
Y hasta hoy. Bueno, hasta hace casi una semana. Cuando empezaba a creer que, efectivamente mi hijo mamaría hasta que se fuera de luna de miel, un día, en la siesta, como siempre, me pidió teta. Se enganchó un segundo, se soltó, me miró con extrañeza y me dijo, no. No me ha vuelto a pedir.  Creo que ha acabado una etapa. Al menos el destete ha sido fácil, ya que el “tete” no lo fue. Si tengo que decir que he disfrutado mucho con la lactancia, como a veces he leído a mujeres, a las que envidio, que declaran no haber hecho nada mejor ni más satisfactorio en la vida, pues la verdad es que es mentiría. No me ha resultado desagradable tampoco y además compensaba ver la cara de mi hijo, que ha sido súper tetero, mientras se dormía al pecho o me sonreía o me acariciaba la cara mientras mamaba. Pero que ha sido una experiencia súper plena en plan misticismo total modo subidón de amor y demás, pues no, francamente. Probablemente si hubiera tenido unos mejores inicios o lo hubiera sabido reconducir mejor lo vería de otra forma pero mi lactancia ha sido así y de nada sirve disfrazarlo.
No sé si voy a tener más hijos. No sé si quiero tener más. Pero que tengo claro, si tengo otro bebé, que quiero dar el pecho, sí. Ahora, que se me ponen los pelos como escarpias solo de pensar en repetir aquel infierno, también.

1 comentario:

  1. Noia, és tan personal el tema del pit.... jo no l'he donat i m'he tingut que sentir de tot com si fos una criminal...... Que cadascú faci alló que cregui millor per el seu petit..... Si pots i vols fantàstic i si no pots i no vols també...... mala mare és la que no alimenta be al seu fill .

    ResponderEliminar