lunes, 5 de mayo de 2014

Modernillo & hijo


A los de mi generación, los nacido entre mediados de los 70 y mediados de los 80, nos pasa que alcanzamos la treintena, año arriba año abajo, y parece que nos falta algo. Ya estamos de vuelta de salir a cenar a restaurantes senegaleses, de escuchar música chill out vestidos de blanco en un garito en la playa en Formentera, de tomar gintonics con tropezones en terrazas afterwork en las azoteas de hoteles urbanos, de ir a conciertos indies con colegas de la facultad y de ver pelis lituanas subtituladas en la filmoteca. De repente nos ponemos en plan, vale, y ahora qué? Entonces decidimos que es de vital importancia para la supervivencia planetaria que nos reproduzcamos. Así que nos ponemos en faena con mejor o peor fortuna y nos reproducimos. Como estamos acostumbrados a hacer cosas que molan mucho nuestra reproducción ha de ser igualmente molona. El problema es que el asunto en cuestión no ha variado sustancialmente en los últimos 50.000 años, de modo que después de nueve meses de preñez tienes un bebé y ahí acaba más o menos el misterio. Es por eso que tenemos que inventarnos maneras para hacer del embarazo, el parto y la crianza el último grito en molonidad modernilla. Nosotros no vamos a ser padres. Nosotros seremos padres cool o no seremos.
 
De entrada, ella se preña y él lo anuncia en un alarde de sensibilidad de hombre enrollado del siglo XXI: "Estamos embarazados". No, perdona,  la ciática, el ardor,  las almorranas y el insomnio me los voy a comer yo solita. Yo estoy preñada, tú no. Bueno, pues eso, que nos preñamos, nos colgamos un cascabel del cuello, nos compramos los libros de Carlos González (o de Laura Gutman si jugamos en otra liga superior de molonidad intensa) y nos apuntamos a pilates para embarazadas, que es buenísimo de la muerte. Después de leer a la pedorra de la Gutman y haber paseado tripa en un par o tres clases de pilates ya estamos sobradamente preparadas para pontificar sobre lo súper necesario que es que conectemos con nuestra niña interior y aleccionar a las demás sobre la sombra que van a proyectar como madres en los traumas de sus hijos que aún no han nacido si no hacen caso de las sagradas escrituras. Gilipolleces. Y Laura Gutman, mientras, descojonándose por ahí a nuestra costa. Nos está bien empleado por modernillas pijas.
 
Llega un momento en el embarazo, normalmente cuando estás de unos 4 meses, en que te dicen el sexo del bebé. Si molas supinamente no lo quieres saber hasta el momento del parto para no proyectar expectativas de género y tal. Pero la verdad es que a la mayoría nos gana el o lo sé o reviento así que elegimos saberlo. Ahora toca el momento de encontrarle un nombre a nuestro retoño, gran momento en todo embarazo pero que, además, en el mundo modernillo no ha der ser una tarea fácil para nada. A nuestras hijas ya no las llamamos Marta, Elena o Purificación, no; nuestras hijas se llaman cosas como India, Uma y Lila. Si tenemos niños, ellos se llamarán Noah, Tierra o Ugo (sin hache, que está muy visto).
 
En fin, que aquello va creciendo, os hacéis muchas fotos en blanco y negro, entrelazando las manos, poniendo los dedos así como con forma de corazón por encima del ombligo (súper original, sí), escribiendo el nombre del churumbel sobre la tripa, todo sonrisas y amor.
 
Y llega el momento de parir, claro.
Si molas ultramuchísimo modo top one de molonidad suprema tendrás una doula y parirás en casa, en la bañera, con tu compañero (no es tu marido, es tu compañero aunque te haya casado Rouco Varela en los Jerónimos) haciendo fotos y subiéndolas en color sepia en el Instagram. Después, el susodicho compañero se zampa la placenta porque se ve que tiene muchas proteínas y es mega bueno comer placenta.
Si molas mucho parirás en una casa de partos a cuatrocientos kilómetros de la civilización con piscina y mantras tibetanos de fondo. Ellos acostumbran a comerse la placenta también.
Si molas pero lo normal parirás en un hospital público con protocolo de parto natural. Aquí el tema degustación placentaria ya es más optativo.
Si no molas mucho parirás en una clínica privada con epidural y, si no molas nada, parirás además de en una clínica privada, por cesárea. Aquí la placenta no tiene nada que hacer. Los padres molones te mirarán con lástima condescendiente, como diciendo qué pena que hayas sido tan dejada, con lo poco que cuesta informarse un poco.
 
Pero bueno, nada, que de una forma u otra ya tenemos al bebé. Y el bebé está dormidito en su cunita de colecho de madera natural sin pulir, desnudo, sólo con su pañal de tela o, en su defecto, con su pañal de tela y un pijamita de algodón orgánico cultivado ecológicamente a orillas del Nilo. A nuestro bebé no le llevamos en cochecito, por supuesto. A nuestro bebé lo porteamos. Ya mola bastante si lo porteamos en una mochila ergonómica de lino biológico pero si lo porteamos en un fular, a ser posible tejido por indígenas guatemaltecas, alcanzaremos un grado más de enrolladez.
 
Llega un momento en que el bebé ya va dejando de ser tan bebé y ahí ya empieza el despelote modernillo en todo su esplendor. ¿Azúcar? No, mi hijo no toma nada que tenga azúcar. Ni alimentos procesados. Ni leche de vaca. Ni pan blanco. Nosotros es que nos hacemos nuestras propias pizzas con espelta integral. Y nuestra leche de avena.  Max, verdad que a ti te encantan el brócoli crudo y las croquetas de tofu? Nosotros no creemos en las papillas, empezamos directamente a darle sushi con palillos. Nos estamos planteando escolarizar en casa porque el único colegio Waldorf que nos gusta no tiene cocina vegana. Os vais a Port Aventura? Qué horror, nosotros nos fuimos de camping al desierto de Namibia durante un mes cuando Lía tenía 15 días y fue una experiencia tan plena! A la playa? Nosotros es que si no es la playa de Goa durmiendo en casa de una familia autóctona mientras Leo y Bruna corren descalzos por la arena no nos planteamos esa clase de vacaciones. Los tres cerditos? Nosotros es que estamos en contra de los mensajes alienantes de los cuentos infantiles en que los lobos son malos y las niñas están sometidas al yugo del patriarcado,  preferimos el Sonar Kids.
 
La verdad es que a mí sólo se me ocurre una palabra y no muy agradable. Pero lo triste es que me pongo a pensarlo y, realmente, me doy cuenta de que soy una madre más molona de lo que me gustaría. Cosas de la generación, supongo.
 

2 comentarios:

  1. Ets ünica escribint Sònieta !

    ResponderEliminar
  2. "(no es tu marido, es tu compañero aunque te haya casado Rouco Varela en los Jerónimos)"

    me mueroooooo!!! jajajajaja és tan cert!!!!!

    ResponderEliminar